«Ser hombre no implica ser un depredador»: cómo los escándalos de denuncias de acoso sexual cuestionan qué se considera un comportamiento masculino adecuado.
«Cuando se trata de ‘lo que el otro quiere’, las cosas pueden ser confusas para un hombre que intenta hacer las cosas bien en 2017».
La ola de denuncias de acoso y abuso sexual contra poderosos nombres de la política, el entretenimiento o el deporte interpeló al periodista cultural y autor británico Richard Benson a participar en la emergente discusión global sobre la conducta de los hombres y la dinámica del poder.
¿Cómo se supone que debe actuar un hombre? ¿Qué es correcto e incorrecto? ¿Cuáles son los límites?
Estas y otras preguntas se planteó cuando escribió la columna «Cómo asegurarse de ser un hombre decente en 2017» para la edición del 8 de noviembre del diario británico The Evening Standard. Creo que muchos hombres están sorprendidos y sacudidos tras conocer la extensión de estas acusaciones de acoso sexual proviniendo de tantas partes. Creo también que sería una verdadera pena que empezáramos a decirles a las mujeres y hombres que cualquier hombre es un depredador.
Ser hombre no implica ser un depredador.
Los escándalos que han aparecido en los medios en el último mes son importantes y han provocado conversaciones que quizá nunca habíamos tenido con compañeros de trabajo, amigos o familiares. Pero hay una tendencia a enfocarse en los reportes sobre estas celebridades y a ignorar el gran problema estructural en la sociedad, que es la ausencia de igualdad entre hombres y mujeres.
“Hay muchos hombres que quieren actuar de manera correcta y que ahora piensan: ‘Si digo esto o aquello, ¿me veré como alguno de estos señalados por acoso?».
También el abuso de poder, que no necesariamente es un tema de hombres dominando a mujeres.
El productor de Hollywood Harvey Weinstein, quien ha recibido numerosas acusaciones de acoso y abuso sexual, está siendo presentado como un monstruo. Probablemente lo sea, pero retratarlo como un monstruo facilita la vía para que los hombres se sientan librados de parecerse a él. Porque dicen: «Yo nunca tocaría a alguien de mi equipo de trabajo».
Pero también hay otros temas que hay que revisar como hombres, como por ejemplo si alguna vez no hemos tomado las ideas que nos presenta una mujer tan seriamente o si hablamos por encima de ellas o tratamos de ser superiores.
Yo también lo he vivido.
Estaba hablando con una amiga un día y me preguntó algo sobre historia británica. De repente me di cuenta de que llevaba cinco minutos hablando sin parar. Me detuve y le pregunté si estaba siendo condescendiente con ella (lo llaman «mansplaining» en inglés), pues definitivamente no quería ser ese tipo de hombre.
Probablemente no hubiera reflexionado así hace un año. No sé si es algo bueno o malo, pero me pasó.
Hay muchos hombres que quieren actuar de manera correcta y que ahora piensan: «Si digo esto o aquello, ¿me veré como alguno de estos señalados por acoso?». Decidí escribir la columna para The Evening Standard luego de enterarme que en un programa de la televisión británica discutían sobre un reporte de una organización que hablaba de que los hombres deben cambiar.
Los comentaristas destacaban las cosas que consideraban malas de la masculinidad.
Pero pensé: ¿cuáles son entonces las cosas buenas de la masculinidad?¿Cómo debería comportarme? Para tener una nueva forma de pensar, una nueva masculinidad, ¿qué es lo que los hombres debemos hacer?
La forma en que pensamos la masculinidad ahora fue creada y, por tanto, puede ser recreada, reinventada».
La gente parece estar cómoda hablando de virtudes «femeninas». Dicen que las mujeres son creativas, tienen intuición, empatía y saben trabajar en equipo. Si hablábamos hace 20 o 30 años de virtudes «masculinas», muchos hubieran señalado la fortaleza, el pragmatismo o la toma de decisiones. Pero ahora es muy probable que al decir esto, una mujer salte a decir que estas cualidades no son exclusivas del hombre. Y con razón.
En mi opinión, la conversación debería centrarse en desmantelar la idea de las características de género, que no es más que un retraso a una noción creada en el siglo XIX. En Inglaterra, lo que pensamos que es la masculinidad convencional fue un invento de ese siglo.
En el siglo XVIII, los hombres tenían libertad para llorar en público, pues eso no se veía como una señal de debilidad. Hay novelas de ese tiempo en las que los personajes masculinos estallan en lágrimas.
Pero luego en las escuelas públicas hubo un movimiento llamado «Muscular Christianity» (Cristianismo muscular) que redefinió la masculinidad. Educaba a los niños sobre cómo debía ser un hombre. Eso me hace pensar en que la masculinidad no siempre ha sido entendida de la misma forma. La forma en que la pensamos ahora fue creada y, por tanto, puede ser reinventada.
Pero tener esta conversación puede resultar compleja en un contexto en el que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habló alguna vez de tocar los genitales de las mujeres. Este tipo de declaraciones lo que han hecho es retrasarnos a la década de 1950 o 1960 para preguntarnos si es correcto o no hablar así de una mujer.
Sin embargo, creo que puede salir algo bueno a partir de esta avalancha de escándalos.
Ojalá cada vez dé menos miedo hablar de las situaciones que nos incomodan.
http://www.bbc.com/mundo/noticias-42032316
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